El empresario del corazon roto

Chapter 76: Descubriendo cosas nuevas



Chapter 76: Descubriendo cosas nuevas

[Quentin]

Llegamos ambos al hotel con toda la prisa posible, como si algo nos estuviera persiguiendo y no hay

más refugio que el de esas cuatro paredes. Isabel trae en la mano una de las bolsas donde viene la

comida y yo en la otra dos botellas de vino que he comprado para la ocasión. Sé, que el hotel da

servicio al cuarto pero no hemos querido esperar mucho para volver a estar solos.

Tan solo abrir la puerta, Isabel deja el bastón al lado y la bolsa, para quitarse los zapatos y sentir el

fresco suelo de la habitación. Después, se amarra un poco el cabello para que el aire fresco le pegue

un poco en la nunca y comenzar así a refrescarse.

Veo su imagen en este momento y sonrío. Me pongo a pensar si Isa y yo nos hubiésemos encontrado

aunque Nadine siguiera viva ¿me hubiera llamado la atención de inmediato? O al estar tan enamorado

de mi ex esposa ¿la hubiese pasado de largo?

Me acerco a ella y tomo su cabello con mi mano ayudándola un poco. Isabel me sonríe tranquila

mientras se echa un poco de aire con el abanico que traía en su bolsa. Su cabello negro y lacio brilla

en mi mano y mis sentidos perciben ese rico olor a lima limón que trae gracias al bodywash que se

puso en la mañana.

―Te amo.― Le susurro y ella voltea me ve y me sonríe.

―Yo también te amo.

Con el cabello aun en mi mano, ella me besa sobre los labios con sabor a helado. Sonrió sobre

ellos―¿Qué dices? ¿Entramos al jacuzzi? ― Le pregunto.

―Me pondré el traje de baño.© NôvelDrama.Org - All rights reserved.

―No, no, no… así.― Le digo y para después comenzar a desabrochar su blusa y volver a ver ese

hermoso sostén de encaje que me encantó.

―Yo no entiendo por qué me compraste tanta ropa nueva si no voy a durar ni diez minutos vestida en

este viaje. ― Comenta divertida al caer su blusa sobre el suelo.

―Pues, porque la sociedad nos indica que debemos estar vestidos todo el tiempo Isabel, pero por mi,

te tendría todo el tiempo desnuda, admirando cada detalle de tu cuerpo, apreciando tus curvas y tu

hermosa piel. Me gusta ver como tu cabello largo cae sobre tus pechos apenas cubriéndolos, tus

labios rojos que me vuelven loco y esas piernas que tantas veces he podido acariciar.

Mientras digo eso mis manos ya han desabrochado también su pantalón y las de ella han abierto mi

camisa y se encuentran acariciando mi pecho formando pequeños círculos.

―Sólo porque no sé tomar increíbles fotos o pintar, pero si pudieras ver como yo te veo te

sorprenderías.― Confieso.

―Me veo.― Responde.― En el reflejo de tus ojos, y sé que soy única.

―Lo eres.― Murmuro.

Ella desabrocha mi pantalón con sus manos acaricia mi hombría―¿Qué te parece si cambiamos los

papeles?

―¿De qué hablas?

―Yo, la villana de esta fantasía tiene que sacarte información a tí, agente Valois.

―¿Disculpa?

Entonces Isabel me pega al ventanal que separa la terraza y libera mi hombría―Veremos señor,

Valois… ¿qué tanta información me puede dar en este momento? ― Dice coqueta.

Con cuidado ella se pone de rodillas sobre el suelo y cuando está cómoda baja el resto de mi bóxer

para comenzar a jugar con mi hombría.

Ella no lo sabe, pero jamás en la vida me habían hecho eso. Sé que las primeras veces lo hizo en la

cabaña y el baño pero estaba tan extasiado que no supe cómo canalizarlo, cómo disfrutarlo, pero

ahora, puedo. Yo sólo he estado con dos mujeres en mi vida, con la madre de François y Théo y con

Isabel, y la primera no estaba muy dispuesta a experimentar, bueno al menos no conmigo, así que

hacer estas cosas con ella es en verdad otro mundo para mí.

Poco a poco Isabel va usando su boca para darme placer. Primero lo hace por encima como si me

estuviera preparando para algo mayor. Mis manos, de inmediato, se dirigen a su hermoso cabello

negro y comienzo a acariciarlo y a revolverlo al ritmo de los movimientos de su boca.

“Hmmmmm” Gimo, lo hago fuerte porque sé que nadie nos está escuchando y aunque una de las

puertas que da a la terraza está abierta, nadie puede escucharnos porque prácticamente estamos

aislados del resto de los huéspedes.

Isabel sigue jugando conmigo, haciendo cosas que jamás había sentido, esta vez usa su lengua y sus

labios, apretando mi hombría y generando una presión que se siente en realidad de maravilla.

―No lo puedo creer.― Murmuro mientras mi piel se eriza sintiendo un pequeño orgasmo que me ha

provocado sólo con su boca.

Se separa coqueta y me ve a los ojos mientras sigue jugando conmigo y sonríe. Algo que amo

particularmente de ella es que puede ser un poco traviesa cuando se trata de la intimidad, es como si

hubiera dos Isabel una que da el rostro al público y otra que sólo es para mí dentro de cualquier

habitación.

Me inclino hacia ella y le ayudo a levantarse.― Ahora me toca a mí.― Le digo.

Termino de desnudarme y prendo el jacuzzi de uno de los apagadores que hay sobre la pared, Isabel

se sorprende al escuchar las burbujas y lanza una sonrisa de asombro.

―Parece que tienes bien estudiada esta habitación.

―Soy Quentin Valois, agente secreto y sé de todo y si no… finjo saberlo.

Ella se ríe, mientras mis manos viajan por el resto de su cuerpo y terminan de desnudarla para dejarla

en este hermoso conjunto de lencería que se ha puesto hoy. La beso, lo hago con una pasión

desmedida, con todo el deseo que creo he estado acumulando por meses o tal vez por años, ya no sé,

porque lo que yo antes pensaba que era deseo creo que no era así,

Le quito el sostén haciendo un movimiento rápido con mis dedos para desabrochar los pequeños

broches que lo mantienen unido.

―Ese movimiento no me lo sabía.

―Me encanta sorprenderte.― Murmuro sobre su cuello.

Descubro sus pechos y mi boca viaja inmediatamente para comenzar a besarlos. Paso mi lengua por

todos ellos, los succiono un poco provocando que su respiración se acelere un poco más. Puedo sentir

su mano jugando con mi hombría, ambos nos damos placer.

Bajo besando cada esquina de su cuerpo, pasando por su vientre y cuando finalmente llego a su

braga la tomo con los dientes y comienzo a bajarla sacando ese osado Quentin que tenía escondido

por debajo de mi piel.

Lo hago con cuidado hasta que ésta cae sobre el suelo y sin dar tregua regreso a su intimidad para

regresarle el placer que ella me ha dado anteriormente. Con mi lengua y uno de mis dedos juego

dentro de ella, mientras escucho los gemidos que trata de apaciguar apretando los labios. Unos

momentos después siento como sus piernas tiemblan y ella jala un poco mi cabello.

―Amor.― Pronuncia un poco agitada.

Me pongo de pie y me olvido completamente del jacuzzi para llevarla a la sala y acostarla boca abajo

sobre uno de los sofás. Sin perder el tiempo me subo sobre él y con mis manos aprieto los glúteos con

un deseo de comerla completa, de pasar mis labios por toda su espalda, de entrar en ella para

volvernos uno.

Separo sus piernas y con cuidado con mis dedos toco su húmeda intimidad esperando por mí. Entro

en ella disfrutando de cada sensación que provoca ese acto y escucho como ella gime apagándolo

contra el sofá.

―Me encantas Isabel.― Murmuro― Amo tu trasero siempre ha sido una tentación para mí.

Ella voltea a verme y se muerde los labios.

―¿Qué es lo que quieres hacer?

―Muchas cosas, hoy no quiero hacerte el amor, quiero cogerte ¿puedo? ― Hablo con una lujuria que

no conocía en mí.

Isabel levanta un poco más su trasero para después recargarse sobre sus rodillas y abrazar la

almohada. No se necesitan palabras sé que esa es una abierta información a que lo haga. Mi

movimiento pélvico empieza, me aferro de sus caderas para pegarla más a mi cuerpo. Mis embestidas

van subiendo de velocidad, empiezan lentas para ver su reacción pero entre más me excita escuchar

sus gemidos, sus dientes moviendo la almohada y sus manos aferrándose de ella, más rápido

comienzo a hacerlo.

Todo el lugar se llena de una atmósfera sexual completamente desconocida ya que jamás había

sentido esto que siento por esta bella mujer de cuerpo curvado que se encuentra frente a mí.

Aprieto sus caderas un poco más fuerte y en uno de mis impulsos le doy una ligera nalgada en su

glúteo izquierdo que la hace gemir de una forma diferente, no con dolor sino con deseo. De pronto me

percato que puedo ver mi reflejo en una de las tantas ventanas que hay de frente gracias a una cortina

que se encuentra del otro lado y de nuevo ese fuego del baño nace en mí. Acomodo a Isabel para

poder verla a ella y el reflejo de su rostro lleno de placer me anima a seguir así con ese ritmo, con ese

deseo de hacerla mía.

Ella se aferra ahora del borde ante brazo del sofá mientras su rostro de placer es imposible de ignorar,

se muerde los labios llamando de nuevo mi atención hacia su boca, esa que se ha vuelto una de mis

más grandes fijaciones y aún no comprendo por qué, la veo ahí tan excitada, la escucho gemir, como

su cuerpo brilla por el sudor y sin poder evitarlo más me vengo apretando de nuevo sus glúteos y

gimiendo un poco más alto de lo normal. Mientras las piernas me tiemblan gracias a lo que acaba de

pasar, no puedo dejar de pensar en todas las nuevas experiencias que esta hermosa mujer me ha

dado, no cabe duda que Isabel no sólo me regresó a la vida si no que ahora va conmigo explorando

nuevos caminos, mundos y sensaciones; cuando pensé que conocía todo, llegó ella para enseñarme a

explotar algo más.

Me inclino y beso sus glúteos y su espalda. Isabel se recuesta boca a abajo y yo me pongo sobre ella

sosteniéndome de sus brazos.― ¿Todo bien mi amor? ― Pregunto.

Isabel se limita a asentir un poco con la cabeza y luego sonríe.― No cabe duda que tú, Quentin Valois,

estás lleno de sorpresas, jamás pensé que fueras un hombre así de…

―¿Caliente? ― Completo su frase y ella se ríe

―No mi amor, de pasional, que te gustara tanto el sexo, que fueras tan osado… no sé cómo

expresarlo.

―Lo era, muy dentro de mí y ahora contigo puedo experimentarlo y me encanta, mientras tu quieras,

yo quiero, pero siempre amándote en el proceso.

Ella se voltea boca arriba y queda justo frente a mí para tomar mi rostro como siempre lo hace.―

Quentin Valois, te amo y me encanta experimentar cosas contigo.

―Esa es música para mis oídos, porque te juro Isabel que como tú, no hay dos.


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