El empresario del corazon roto

Chapter 39: Cambio de planes



Chapter 39: Cambio de planes

[Isabel]

Después de horas besándonos y platicando en la habitación, por fin logramos salir de esta para

dirigirnos a nuestro café favorito, el que ahora se ha vuelto nuestro cuartel para ir y disfrutar unos

deliciosos croissants y beber ese rico chocolate con crema batida que ha sacado una que otro risa

cuando nos batimos con ella en los labios.

Quentin como siempre tan gallardo, me toma de la mano mientras caminamos por la calle hacia el

café, mientras siento que todas las miradas están sobre nosotros. No sé si se debe a que él es

guapísimo y ahora en segundo aire lo está más, o porque nos bajamos de una carro último modelo

que él mismo decidió manejar, así que sin preguntarme mucho, me dejo llevar y lo sigo sus pasos

mientras él entra seguro a la boquera para ir directo al lugar.

―Muero de hambre. Tal vez deberíamos de llevarnos una caja completa de croissants para el

camino.― Me comenta alegre mientras me retira la silla para que me siente.

―No es mala idea, jamás he comido croissants arriba de un helicóptero, así que sería una experiencia

nueva.

―O muy rara, un helicóptero no es tan estable como para llevar crema batida y chocolate.

Sonrío.― Lo siento, no estoy muy familiarizada con eso, apenas ayer fue mi segundo viaje.

―Pero si sabes que no será el último ¿Cierto? El helicóptero es algo que uso mucho para moverme

de aquí y allá, mucho más rápido que el metro.

―Pero pésimo para estacionar.― Le bromeo y él se ríe.

Quentin me toma de las manos y las besa.― Tengo ganas de recorrer tanto lugares bonitos contigo.―

Me confiesa y yo sonrío.― Quiero que hagamos cosas diferentes cada fin de semana, he decidido que

suspenderé el trabajo desde el viernes por la mañana para que tengamos el fin de semana libre ¿te

parece?

―Y ¿mi trabajo? Recuerda que lo que yo hago no me permite ausentarme tanto Quentin.

―Luego veremos eso, tú sólo dime que sí.― Y levanta la ceja. Nôvel(D)ra/ma.Org exclusive © material.

―OK, sí. Pero no quiero nada de que debo dejar de trabajar por favor.

―No, jamás te pediría eso, sólo haremos unos ajustes.― Y me cierra el ojo.

El mesero nos trae el chocolate, el croissant saldo que ahora pedimos y ambos comenzamos a comer.

En realidad estamos hambrientos así que por un momento ni siquiera platicamos. Cuando nuestra

hambre ya está un poco más controlada, volteo a verlo.

―Creo que superan un poco a los de París ¿no crees?

―Definitivamente.― Me da la razón.― Aunque la vista le gana por completo.

―Claro no es lo mismo comer pasta en el restaurante italiano al final de la calle que comer pasta en

Italia cierto.― Y tomo un poco de chocolate.

―Podríamos comprobarlo, vamos el fin de semana a Italia.― Me dice como si nada y yo escupo un

poco de chocolate impactado y él se ríe.

―¿Qué pasa?

―Nada, sólo que... fue impresionante eso.

―¿Ir a Italia el fin de semana? Se puede, tú solo di que si y en horas estamos comiendo pasta en el

barrio del Trastévere con un buen vino.

Me río.― Eso quiere decir que si te pido ir a Londres a comer fish & Chips ¿me llevarías?

Él ve su reloj y luego calcula algo con los dedos.― Si te animas podemos comerlos mañana.― Y

sonríe.

―No me tienes que conceder todo ¿sabes?

―Pero quiero, y si tú Isabel Osher me dices ahora que deseas ir a Londres, te llevaré a Londres sólo

hace falta una llamada.

De pronto el móvil suena y Quentin lo saca de su bolsa para contestarlo―¿Diga? ― Escucho y luego

de ahí se vuelve un completo silencio para después escuchar frases como ―¿no hay nada que se

pueda hacer? Entiendo, supongo que esto puede arreglarse para mañana por la mañana ¿cierto?

Esperemos.

Quentin cuelga el móvil y me sonríe.― Isa, tengo que decirte algo y espero no te moleste.

―Dime.

―Hay mal tiempo para poder viajar a la cabaña hoy, parece que se viene de nuevo una fuerte nevada

y el piloto del helicóptero dice que es peligroso que volemos. Puede que nosotros lo hagamos y

lleguemos pero el regreso para ellos puede ser complicado y no quiero arriesgar a mi gente.

Me quedo en silencio mientras escucho sus palabras, la noticia no me cae tan bien ya que no es un

día en el que debería estar separada de mis padres.

―Sé que hoy es Noche Buena, y te prometí que después de la cita regresaríamos a ellos, pero... ― Y

veo un poco su rostro de frustración y entiendo porque, hace cinco años, por estas fechas pasó lo

mismo.

―No te preocupes, comprendo.― Le contesto.― Sólo es cuestión de que le marque a mis padres y

les diga que no estaremos, que trataremos de llegar mañana ¿si? ― Le comprendo.

―Gracias.

―No debes agradecerme, además, no pasaré este día sola, lo haré contigo, con mi novio ¿no? ― Y

me muerdo los labios.

Él toca mi rostro y lo acaricia―¿Eres real? ― Me pregunta.

―Creo que esa pregunta va para ti Quentin Valois ¿Eres tu real?

―Bésame y lo comprobamos.― Me dice sensual y luego se pone de pie para poder besar mis labios

que en este momento tienen un ligero sabor a mantequilla.

Por unos instantes nos quedamos así, disfrutando de los distintos sabores que hay y luego se aleja

lento dejando si aliento.

―Te quiero Isabel.― Me murmura.

―Yo te quiero a ti.― Contesto.― No te preocupes, pasaremos una noche muy bonita, te lo puedo

asegurar ¿qué te parece si vamos al supermercado y cocino una cena para los dos en tu piso?

Él sonríe.

―Me encantaría, pero primero antes de irnos debo hacer unas llamadas ¿vale?

―Está bien.

Quentin se pone de pie y se aleja de mi para luego sacar el móvil y comenzar a marcar. Mientras él

habla termino de tomarme mi chocolate, de pedir la orden de croissants que dijimos que llevaríamos y

luego él regresa.

―Pago y nos vamos corazón.― Me dice de una manera tan natural que me sonroja.

―Sí claro.― Contesto mientras me pongo la bufanda y me arreglo el abrigo. Minutos después él se

acerca sonriente y me ayuda a ponérmelo.

―¿Nos vamos? Que ya tengo en menú en mente.― Bromea y estira su mano para que yo la tome y

caminos hacia el auto.


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